ARTÍCULO DE OPINIÓN


DE PRAGA A  LIVERPOOL

     No sorprendió la Supercopa del viernes. Guardiola, al mando del Barça, ya había encarado partidos muy similares a éste, con el Chelsea y Mourinho como denominadores comunes: la semifinales contra el Inter del portugués, la semifinal contra el Chelsea de Di Mateo o algunos partidos contra el Real Madrid. Cada uno con sus matices, pero sobre todo, con sus similitudes. Por lo tanto, lo que sucedió en Praga cumplió el guión previsto.  

      Este Bayern es muy diferente al Barça de Pep, de los bajitos. Aun así, el efecto Guardiola se hizo patente sobre el césped desde el primer momento. La posesión del balón, las combinaciones constantes en campo rival, la salida del balón tocando desde la defensa, y la presión alta y los robos en campo contrario caracterizaron el juego alemán. Sin embargo, en un equipo con Robben, Ribery, Muller, Mandzukic ( sin Thiago o Gotze) era obvio que a estas señas de identidad se sumarían otras variantes necesarias tales como una mayor verticalidad -menos pases horizontales-  o un uso frecuente de las diagonales y los cambios de juego, así como de las entradas por las bandas. Ésto le dio a los bávaros velocidad, pero también cierta imprecisión. El aspecto negativo del choque fueron las concesiones en defensa del equipo fruto de su falta de concentración y de agresividad.

      Así, los muniqueses  dominaron el partido y controlaron la velocidad del juego  hasta el punto de encerrar al Chelsea muy cerca de su área. No obstante, tanto en este encuentro como a lo largo de los primero partidos de la Bundesliga, se ha apreciado en el Bayern, como era previsible y lógico, un choque de estilos entre la tendencia natural de los jugadores, por sus caracterísitcas, al juego directo, y la libreta del catalán. Esta combinación, aunque difícil, no deja de ser apasionante, veremos...



      Por su parte, el Chelsea salto al campo con un plan muy claro. Acumuló muchos jugadores en su propio campo, incluso Torres se pasó gran parte del partido allí, y fue un equipo muy corto que defendió cerca del área con las líneas muy juntas. Su opción era la salida rápida tras robo, para lo cual Mourinho alineo jugadores veloces arriba en detrimento de jugadores con mayor creatividad con el balón, en una clara renuncia desde el minuto cero a la posesión del balón por el contragolpe.

     No obstante, el abrumador dominio del balón por parte del Bayern de Múnich empujó a los londinenses a meterse más atrás de lo que el portugués hubiera deseado y el Chelsea pasó demasiado tiempo defendiendo con la línea de atrás metida en su propio área. Sin embargo, Muller y compañía no fueron capaces de aprovechar la facilidad con la que se acercaban al área y de crear ocasiones claras de gol hasta la prórroga.

     Por otro lado, liderados por Hazard, cuando los ingleses robaban y escapaban de la telaraña creada por Guardiola para recuperar el balón arriba, conseguían llegar al otro área  y hacer sufrir mucho a la débil defensa rival. De esta forma, el Chelsea tuvo a lo largo de los noventa minutos más oportunidades de anotar que su oponente.

     En la prórroga, tras el tempranero gol de Hazard, con diez los británicos, y pese a defender con tantos hombres y tan atrás, los de Guardiola lograron tener demasiadas ocasiones que sólo al final supieron aprovechar.



   En Liverpool, se enfrentaban dos equipos con trayectorias muy dispares en los últimos años. Por un lado, un Manchester United dominador del fútbol ingles de los últimos tiempos, y por otro , un Liverpool que hace ya demasiado tiempo que no compite si quiera por ser campeón de la Premier League. El domingo, sin embargo, la realidad era que los de Brendan Rodgers encaraban el partido tras un buen arranque liguero y con la intención de dar un golpe encima de la mesa derrotando al vigente campeón y colocándose con nueve puntos de nueve posibles; mientras los de David Moyes llegaban a Anfield con dudas y sin haber sido capaces de perforar la portería del Chelsea ni una sola vez la jornada anterior en su propio estadio.


      Así, los locales saltaron al campo con la intención de tener y mover el balón en campo rival  e imponer su ritmo de juego al partido. Lo consiguieron en gran medida pese a a que el tempranero gol  de Sturridge obligó al United a ir arriba e intentar atacar con mayor vehemencia la portería de Mignolet. Sin embargo, los ataques de los visitantes fueron muy planos, sin llevar a cabo en realidad ningún tipo de plan a la hora de llegar al área rival, de manera que el Liverpool no sufrió atrás durante los cuarenta y cinco primeros minutos, y fue capaz de mantener la posesión del balón gran parte del partido aun con esa necesidad de los de Moyes de hacer gol. Aun así, a los de Rodgers les faltó profundidad en sus combinaciones, y su juego se volvió lento y algo previsible. Cabe destacar el gran partido de un muy participativo en el juego Sturridge, y cierta irregularidad e intermitencia de Coutinho, al que se vislumbra un papel muy importante en este nuevo Liverpool.

      
      En la segunda parte, el United se metió en campo de Liverpool y éste renunció a controlar la posesión del balón y asumió un rol más defensivo y conservador juntando líneas en campo propio -sin echarse demasiado atrás- esperando la salida al contragolpe. Los de Moyes, aun estando en campo rival casi los cuarenta y cinco últimos minutos, apenas consiguieron crear problemas a los locales, ni hacer trabajar a Mignolet.

      Así, en cuanto al Liverpool, podemos interpretar su segunda mitad como una muestra de incapacidad para defender su ventaja en el marcador manteniendo el control del baón y siendo fiel a su estilo, o como una demostración de solidez y consistencia de todo el equipo en su faceta defensiva.