MUNDIAL 2014

Cumplieron, pero... ¿lucieron?  (II)


    Bélgica no esperaba pasar muchos apuros en su grupo. Era un equipo que contaba en sus filas con dos estrellas de talla mundial: el mejor portero de la liga española, Courtois, y uno de los tres mejores de la Premier, Eden Hazard;  así como con jugadores que habían hecho una sensacional temporada en las principales ligas europeas, como Lukaku y Mirallas, en el Everton, o Mertens en el Nápoles; y a ellos se les unían jugadores con temporadas decepcionantes, pero aun así, de gran calidad y potencial, como era el caso de Alderweireld, De Bruyne o Fellaini. Por tanto, las débiles Argelia y Corea, y la joven Rusia, no parecían un obstáculo difícil para acceder a los octavos.

     Sin embargo, el debut de los de Wilmots fue un tanto decepcionante. Aunque gozaron de la posesión del balón durante casi todo el encuentro, fueron incapaces de convertir esa posesión en superioridad, y la poblada defensa argelina no tuvo problemas en secar las ofensivas belgas. Los africanos controlaban la situación, es más, sus robos de balón generaban contragolpes que ponían en serios a puros a los europeos. Pero, en la segunda parte, el  bajón físico, y por tanto, de intensidad en defensa, de los africanos, y la labor de De Bruyne y Mertens en banda, pusieron el partido de cara para Bélgica. Pese a la victoria, dio la sensación de que el equipo no iba, de que ese conjunto de jugadores no se complementaba para potenciar la calidad individual de cada jugador y construír un gran equipo. El juego no era fluído, las posesiones no generaban ventajas y las pérdidas de balón hacían sufrir demasiado en defensa. Además, los cuatro zagueros jugaban como centrales en sus respectivos equipos, lo que disminuía la posibilidad de una eventual llegada por banda desde atrás de los laterales Vertognen y Alderweireld.  Una tónica parecida siguieron los demás partidos del grupo, y más que por acción colectiva, los belgas lograron los nueve puntos a base del empuje de sus individualidades. Además, el delantero Lukaku no encontraba el gol y Origi era quien partía con ventaja para formar en el once inicial en las eliminatorias.

    Los octavos contra Estados Unidos fueron el punto álgido de esta selección en el torneo. Aunque no vimos al mejor Hazard, jugadores más secundarios sí consiguieron entregar el control de partido a Bélgica y las ocasiones de gol se sucedieron una tras otra. Fue milagroso –ese milagro se llamaba Howard – que los noventa minutos terminaran en un empate sin goles. La superioridad belga, más que a partir de la posesión, se edificó en la capacidad de los hombres de arriba de aprovechar los espacios con su velocidad. En la prórroga, Lukaku, pero sobre todo De Bruyne, metieron a su selección en cuartos de final. El objetivo estaba cumplido.

   Pero fue el partido contra Argentina el que evidenció todas las carencias que aún tiene el equipo de Wilmots. Fue un encuentro bastante más cómodo para la albiceleste de lo que se suponía. El centro del campo de  Bélgica fue incapaz de disputar la posesión del balón, incapaz de robar e incapaz de salir rápido buscando la velocidad de los jugadores de arriba, como a este equipo le gusta hacer. El partido fue plácido para los sudamericanos, que escondieron el balón y no sufrieron en defensa. La reacción de Bélgica al gol de Higuaín fue nula, y tan sólo cuando el cronómetro se acercaba al minuto noventa fue capaz de hacer un esfuerzo para empatar. Pero ese esfuerzo no vino de  utilizar a jugadores como Mertens, Mirallas o Hazard para combinar y generar profundidad, sino que fue una demostración de las escasa capacidad colectiva de este equipo para crear peligro: el recurso al que recurrió Wilmots para acercarse al área argentina fue juntar en el área a torres como Lukaku, Alderweireld y Fellaini, y colgar balones. Uno tras otro, buscando el azar de un rebote. Fue inútil.

    Si bien el talento individual, más en ataque que en defensa, de los jugadores de la selección belga está fuera de toda duda, y de hecho, se espera que la mayoría de ellos aún sigan progresando, Bélgica como equipo no funcionó durante el torneo. Wilmots se aferró a sus individualidades, pero no fue capaz de construír un bloque que potenciase y complementase las virtudes de cada jugador, que escondiese sus defectos y que fuese capaz de generar ventajas tácticas frente a los rivales más potentes. Aun así, el objetivo está cumplido y la Eurocopa de Francia dentro de dos años volverá a abrir de par en par las puertas de la historia a esta selección. De su capacidad para armar un colectivo competitivo dependerá el aprovechar o no esta nueva oportunidad. 




MUNDIAL 2014


Cumplieron, pero... ¿lucieron?  (I) 


    Por nombres, por momentos de forma, y por sus resultados en la fase clasificación, las selecciones de Bélgica y Colombia llegaban a Brasil como los aspirantes a ser el tapado del torneo. Tanto los europeos como los sudamericanos habían faltado a las dos últimas ediciones. Aun así, los octavos de final eran, quizá, un objetivo poco ambicioso para ambos, y eran los cuartos los que marcaban la frontera entre el éxito y la decepción.

    Los cafeteros estaban encuadrados en un grupo bastante asequible, con selecciones poco competitivas. Además, en su debut, se encontraron temprano con un gol que les dejó demasiado pronto con el partido de cara. Lo que hicieron los hombres de Pekerman no fue esconder el balón, ni asentarse en campo contrario para controlar el partido y defender – o tratar de aumentar -  su ventaja. Lo que hicieron fue retrasar líneas, replegar, ceder la iniciativa a Grecia y esperar. La segunda parte gozaron de más protagonismo los jugadores colombianos, pero el resultado de cero a tres fue excesivo, no en lo relativo a la diferencia de calidad entre ambos equipos, pero sí en cuanto a lo que propuso cada uno sobre el césped. 

    Tampoco contra Costa de Marfil vimos una Colombia valiente y alegre. Por el contrario, vimos una selección preocupada por juntar líneas en campo propio, cerrar los carriles centrales a los africanos y mantener el orden, a la espera de algún contragolpe. La entrada en el campo de Quintero y fallos individuales del rival fueron lo que permitió tomar ventaja a los americanos, que con el dos a cero se atrincheraron en el área.

    Para cerrar el grupo, Pekerman sacó lo que podríamos llamar el "equipo B”. Aún con distintos jugadores, el plan fue muy parecido, y tuvo que ser Japón quien llevase la iniciativa mientras los cafeteros jugaban a no desordenarse y esperar su momento. El recital en la segunda parte de un James Rodriguez que empezó el partido en el banquillo, aprovechando los espacios que los japoneses dejaban atrás, junto con la inspiración goleadora de Jackson Martínez,  arrasaron con los nipones.

    Así, con los nueve puntos en el bolsillo, Colombia había demostrado ser un equipo sólido, ordenado y muy competitivo. La rocosidad en el centro del campo, con la pareja de centrales Yepes y Zapata, más el mediocampo de contención con Abel Aguilar y Carlos “La Roca” Sánchez, era un duro escollo para los rivales, pero como contrapartida, dejaba poco espacio a la imaginación y el arte. Estos venían de los costados, con unos laterales profundos y ofensivos (Zúñiga y Armero), a los que se unían la capacidad de sorpresa de Cuadrado desde el interior derecho, peligroso desbordando por banda y desequilibrando por dentro, y la magia de un James Rodríguez que partía de la izquierda, pero tiraba la diagonal al centro para asociarse con sus compañeros y desarbolar defensas. Hay que añadir, también,  que la pareja de delanteros no se caracterizaba por su capacidad asociativa, y tampoco por un exceso de pegada arriba. De esta forma, si bien el orden defensivo era una cuestión de equipo, la producción ofensiva era, más que una cuestión de mecanismos colectivos, cosa de la inspiración de James y Cuadrado.

      Los octavos de final obligaron a los hombres de Pekerman a cambiar su discurso. Enfrente estaba una selección uruguaya –sin Suárez- que no dudó en regalar el balón y plantarse con nueve jugadores delante de sus portero. Esto permitió caracterizar al conjunto colombiano. Sin capacidad de generar desborde y profundad  desde el juego colectivo, los uruguayos fueron haciéndose con el control de la situación simplemente protegiendo su portería.  Los cafeteros no podían más que encomendarse al desequilibrio de Cuadrado y al talento de James. Una vez que este último puso en clara ventaja a su equipo, Colombia demostró no sentirse incómoda replegando para esperar a la contra. Así, se echó atrás, cedió el cuero a los de Tabárez, incrustó a “La Roca” entre los dos centrales y permitió a Uruguay, que no tenía fútbol suficiente en las botas como para haber disputado la posesión a los colombianos, meterse de nuevo en el partido y acariciar el gol.

     Eliminada del torneo por la anfitriona en cuartos, Colombia puede irse con la cabeza bien alta. Los resultados están ahí, y son excelentes, pero también es cierto que la selección hizo gala durante el torneo de más pragmatismo que vistosidad. 



MUNDIAL 2014


Las lágrimas de Julio César

   
   Llegaba a aquel Mundial siendo, si no el mejor, uno de los tres mejores porteros del Mundo, y acabó el torneo llorando en brazos de su madre. Julio César lo había ganado todo con el Inter de Mourinho en 2010: la Serie A, la Coppa y la Champions. Había sido uno de los pilares de ese histórico equipo, pocos porteros -y pocos jugadores- llegaban a Sudáfrica con mejor cartel que él. Sin embargo, el destino y el Jabulani le tenían preparada una desagradable sorpresa.

    Tras arrollar a Chile en octavos, los brasileños llegaron al cruce de cuartos contra Holanda siendo muy favoritos para alcanzar las semifinales, y también, para levantar el trofeo en la final. De hecho, cuando Robinho adelantó a Brasil en el minuto diez, el fantasma de una goleada asomaba en el estadio. Pero no fue así, y el encuentro dio un vuelco en el minuto cincuenta y tres, cuando Julio César no fue capaz de hacerse con un balón fácil que Sneijder había colgado al área. La jugada acabó en gol, el partido se le escapó a Brasil, y la torcida señaló al meta como uno de los grandes culpables. Dos imágenes reflejaron a la perfección la situación que se vivió entonces: el guardameta dando la cara tras el partido en una entrevista para la televisión, con dificultades para poder hablar debido a las lágrimas que le asomaban por los ojos; y la llegada al aeropuerto de Brasil en la vuelta, cuando Julio César se subió al coche y empezó a llorar desconsoladamente en brazos de su madre.  

      La afición de Brasil es una de las más pasionales del mundo, hasta llegar al extremo y al exceso, tanto en la victoria como en la derrota. Por tanto, quien volvió de Sudáfrica, pese a ser uno de los mejores del Mundo, como un apestado, sale del partido contra Chile que ha metido a la canarinha en cuartos de final de su Mundial como un héroe nacional, como un ídolo de masas: su emocionante actuación en la tanda de penaltis es ya historia de los Mundiales de fútbol... Pero antes de llegar a la tanda de penaltis pasaron muchas cosas en el Mineirao. 

      La primera parte fue totalmente de los de Scolari, que hicieron méritos para llegar al descanso con una ventaja cómoda. Dominaron todas las fases del juego, y todas las partes del campo. La intensa presión que ejecutaron en campo rival asfixió a los chilenos, que se vieron incapaces tanto de sacar balón desde atrás como de elaborar jugadas en la zona de creación, y el resultado fue un exceso de balones largos y de pérdidas de balón en campo propio de los hombres de Sampaoli. Eso lo aprovechó Brasil para, a partir de los robos, utilizar su velocidad y llegar rápido al área de Bravo. Además, Neymar machacaba los espacios que los defensores chilenos dejaban a sus espaldas. Por otro lado, en campo propio, se juntaban muy bien para cerrar los espacios y hacer estériles las posesiones de Chile. Además, estaban sabiendo hacer valer su superioridad en el juego aéreo tanto en ataque como en defensa.  

     Al reanudarse el choque tras el descanso, éste cambio radicalmente. Chile consiguió asentarse en territorio brasileño y disfrutó de largas posesiones que sacaron del partido a los anfitriones. Marcelo Díaz dirigiendo el juego, Isla y Mena llegando desde atrás por las bandas, Alexis Sánchez moviéndose arriba, protegiendo el balón inteligentemente, asociándose con sus compañeros, etc.  y una presión brutal para impedir a Brasil cruzar a campo rival inclinaron el encuentro en favor de La Roja. No obstante, a pesar del dominio, no lograban crear ocasiones, les faltaba pegada arriba. 

    Frente a la epicidad de la actuación de Alexis, el partido de Neymar fue de más a menos y tuvo que ser Hulk quien le relevara en el liderazgo de su selección. Fue él quien tiró del equipo en el último tramo de los noventa minutos y en la prórroga, quien llevó a sus compañeros  a campo rival y quien acercó el peligro a la portería de Claudio Bravo.  

    Desde una perspectiva global de lo que fue el partido, y tratando de ser objetivos, se puede decir que el empate a los ciento veinte minutos de juego fue justo. Tocaba, pues, hacer frente a una tanda de penaltis que podía ser la heredera en los libros de historia del fútbol del Maracanazo de 1950. Pero no fue así porque un hombre lo evitó. Un hombre que indudablemente debe estar considerado como uno de los mejores porteros que el Internazionale de Milán haya tenido jamás, y por supuesto, uno de los mejores que haya defendido nunca  la portería de la canarinha