MUNDIAL 2014


Cumplieron, pero... ¿lucieron?  (I) 


    Por nombres, por momentos de forma, y por sus resultados en la fase clasificación, las selecciones de Bélgica y Colombia llegaban a Brasil como los aspirantes a ser el tapado del torneo. Tanto los europeos como los sudamericanos habían faltado a las dos últimas ediciones. Aun así, los octavos de final eran, quizá, un objetivo poco ambicioso para ambos, y eran los cuartos los que marcaban la frontera entre el éxito y la decepción.

    Los cafeteros estaban encuadrados en un grupo bastante asequible, con selecciones poco competitivas. Además, en su debut, se encontraron temprano con un gol que les dejó demasiado pronto con el partido de cara. Lo que hicieron los hombres de Pekerman no fue esconder el balón, ni asentarse en campo contrario para controlar el partido y defender – o tratar de aumentar -  su ventaja. Lo que hicieron fue retrasar líneas, replegar, ceder la iniciativa a Grecia y esperar. La segunda parte gozaron de más protagonismo los jugadores colombianos, pero el resultado de cero a tres fue excesivo, no en lo relativo a la diferencia de calidad entre ambos equipos, pero sí en cuanto a lo que propuso cada uno sobre el césped. 

    Tampoco contra Costa de Marfil vimos una Colombia valiente y alegre. Por el contrario, vimos una selección preocupada por juntar líneas en campo propio, cerrar los carriles centrales a los africanos y mantener el orden, a la espera de algún contragolpe. La entrada en el campo de Quintero y fallos individuales del rival fueron lo que permitió tomar ventaja a los americanos, que con el dos a cero se atrincheraron en el área.

    Para cerrar el grupo, Pekerman sacó lo que podríamos llamar el "equipo B”. Aún con distintos jugadores, el plan fue muy parecido, y tuvo que ser Japón quien llevase la iniciativa mientras los cafeteros jugaban a no desordenarse y esperar su momento. El recital en la segunda parte de un James Rodriguez que empezó el partido en el banquillo, aprovechando los espacios que los japoneses dejaban atrás, junto con la inspiración goleadora de Jackson Martínez,  arrasaron con los nipones.

    Así, con los nueve puntos en el bolsillo, Colombia había demostrado ser un equipo sólido, ordenado y muy competitivo. La rocosidad en el centro del campo, con la pareja de centrales Yepes y Zapata, más el mediocampo de contención con Abel Aguilar y Carlos “La Roca” Sánchez, era un duro escollo para los rivales, pero como contrapartida, dejaba poco espacio a la imaginación y el arte. Estos venían de los costados, con unos laterales profundos y ofensivos (Zúñiga y Armero), a los que se unían la capacidad de sorpresa de Cuadrado desde el interior derecho, peligroso desbordando por banda y desequilibrando por dentro, y la magia de un James Rodríguez que partía de la izquierda, pero tiraba la diagonal al centro para asociarse con sus compañeros y desarbolar defensas. Hay que añadir, también,  que la pareja de delanteros no se caracterizaba por su capacidad asociativa, y tampoco por un exceso de pegada arriba. De esta forma, si bien el orden defensivo era una cuestión de equipo, la producción ofensiva era, más que una cuestión de mecanismos colectivos, cosa de la inspiración de James y Cuadrado.

      Los octavos de final obligaron a los hombres de Pekerman a cambiar su discurso. Enfrente estaba una selección uruguaya –sin Suárez- que no dudó en regalar el balón y plantarse con nueve jugadores delante de sus portero. Esto permitió caracterizar al conjunto colombiano. Sin capacidad de generar desborde y profundad  desde el juego colectivo, los uruguayos fueron haciéndose con el control de la situación simplemente protegiendo su portería.  Los cafeteros no podían más que encomendarse al desequilibrio de Cuadrado y al talento de James. Una vez que este último puso en clara ventaja a su equipo, Colombia demostró no sentirse incómoda replegando para esperar a la contra. Así, se echó atrás, cedió el cuero a los de Tabárez, incrustó a “La Roca” entre los dos centrales y permitió a Uruguay, que no tenía fútbol suficiente en las botas como para haber disputado la posesión a los colombianos, meterse de nuevo en el partido y acariciar el gol.

     Eliminada del torneo por la anfitriona en cuartos, Colombia puede irse con la cabeza bien alta. Los resultados están ahí, y son excelentes, pero también es cierto que la selección hizo gala durante el torneo de más pragmatismo que vistosidad. 



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