MUNDIAL 2014


Las lágrimas de Julio César

   
   Llegaba a aquel Mundial siendo, si no el mejor, uno de los tres mejores porteros del Mundo, y acabó el torneo llorando en brazos de su madre. Julio César lo había ganado todo con el Inter de Mourinho en 2010: la Serie A, la Coppa y la Champions. Había sido uno de los pilares de ese histórico equipo, pocos porteros -y pocos jugadores- llegaban a Sudáfrica con mejor cartel que él. Sin embargo, el destino y el Jabulani le tenían preparada una desagradable sorpresa.

    Tras arrollar a Chile en octavos, los brasileños llegaron al cruce de cuartos contra Holanda siendo muy favoritos para alcanzar las semifinales, y también, para levantar el trofeo en la final. De hecho, cuando Robinho adelantó a Brasil en el minuto diez, el fantasma de una goleada asomaba en el estadio. Pero no fue así, y el encuentro dio un vuelco en el minuto cincuenta y tres, cuando Julio César no fue capaz de hacerse con un balón fácil que Sneijder había colgado al área. La jugada acabó en gol, el partido se le escapó a Brasil, y la torcida señaló al meta como uno de los grandes culpables. Dos imágenes reflejaron a la perfección la situación que se vivió entonces: el guardameta dando la cara tras el partido en una entrevista para la televisión, con dificultades para poder hablar debido a las lágrimas que le asomaban por los ojos; y la llegada al aeropuerto de Brasil en la vuelta, cuando Julio César se subió al coche y empezó a llorar desconsoladamente en brazos de su madre.  

      La afición de Brasil es una de las más pasionales del mundo, hasta llegar al extremo y al exceso, tanto en la victoria como en la derrota. Por tanto, quien volvió de Sudáfrica, pese a ser uno de los mejores del Mundo, como un apestado, sale del partido contra Chile que ha metido a la canarinha en cuartos de final de su Mundial como un héroe nacional, como un ídolo de masas: su emocionante actuación en la tanda de penaltis es ya historia de los Mundiales de fútbol... Pero antes de llegar a la tanda de penaltis pasaron muchas cosas en el Mineirao. 

      La primera parte fue totalmente de los de Scolari, que hicieron méritos para llegar al descanso con una ventaja cómoda. Dominaron todas las fases del juego, y todas las partes del campo. La intensa presión que ejecutaron en campo rival asfixió a los chilenos, que se vieron incapaces tanto de sacar balón desde atrás como de elaborar jugadas en la zona de creación, y el resultado fue un exceso de balones largos y de pérdidas de balón en campo propio de los hombres de Sampaoli. Eso lo aprovechó Brasil para, a partir de los robos, utilizar su velocidad y llegar rápido al área de Bravo. Además, Neymar machacaba los espacios que los defensores chilenos dejaban a sus espaldas. Por otro lado, en campo propio, se juntaban muy bien para cerrar los espacios y hacer estériles las posesiones de Chile. Además, estaban sabiendo hacer valer su superioridad en el juego aéreo tanto en ataque como en defensa.  

     Al reanudarse el choque tras el descanso, éste cambio radicalmente. Chile consiguió asentarse en territorio brasileño y disfrutó de largas posesiones que sacaron del partido a los anfitriones. Marcelo Díaz dirigiendo el juego, Isla y Mena llegando desde atrás por las bandas, Alexis Sánchez moviéndose arriba, protegiendo el balón inteligentemente, asociándose con sus compañeros, etc.  y una presión brutal para impedir a Brasil cruzar a campo rival inclinaron el encuentro en favor de La Roja. No obstante, a pesar del dominio, no lograban crear ocasiones, les faltaba pegada arriba. 

    Frente a la epicidad de la actuación de Alexis, el partido de Neymar fue de más a menos y tuvo que ser Hulk quien le relevara en el liderazgo de su selección. Fue él quien tiró del equipo en el último tramo de los noventa minutos y en la prórroga, quien llevó a sus compañeros  a campo rival y quien acercó el peligro a la portería de Claudio Bravo.  

    Desde una perspectiva global de lo que fue el partido, y tratando de ser objetivos, se puede decir que el empate a los ciento veinte minutos de juego fue justo. Tocaba, pues, hacer frente a una tanda de penaltis que podía ser la heredera en los libros de historia del fútbol del Maracanazo de 1950. Pero no fue así porque un hombre lo evitó. Un hombre que indudablemente debe estar considerado como uno de los mejores porteros que el Internazionale de Milán haya tenido jamás, y por supuesto, uno de los mejores que haya defendido nunca  la portería de la canarinha
  

    

No hay comentarios:

Publicar un comentario